Internacionales
22 de Noviembre, 2014
Decidió regresar a Sierra Leona y encontró muertos a sus compañeros
06:30 | Una doctora de Médicos Sin Fronteras relata el traumático regreso a un hospital de campaña, en uno de los países más afectados por la enfermedad.

La médica voluntaria Juli Switala volvió el mes pasado a Sierra Leona para tratar a las víctimas de ébola. La esperaba una amarga sorepresa: clavadas en un tablero del hospital halló las cartas y las fotos de sus colegas muertos por el letal virus, durante su ausencia.

"Fue muy horrible, darse cuenta de que las personas con las que tratabas hace unas semanas, que eran felices y que ayudaban con esta lucha, ahora han muerto a causa de lo que ellos estaban tratando'', relató Switala, una sudafricana que trabaja para Médicos Sin Fronteras, en una entrevista telefónica con The Associated Press desde Sierra Leona.

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El ébola ha matado a más de 5.000 personas en tres países de África occidental: Sierra Leona, Liberia y Guinea. Muchos eran trabajadores de la salud y los casos de estadounidenses y otros trabajadores médicos extranjeros que se contagiaron del virus generaron atención internacional. Médicos Sin Fronteras dijo que 24 de sus empleados se infectaron de la enfermedad y que sólo nueve sobrevivieron.

Switala cree que los empleados locales son los héroes anónimos que han hecho un trabajo desesperadamente necesario pero peligroso, además de correr el riesgo de ser rechazados en sus hogares y comunidades.

Muchos están bajo una creciente presión de sus familias para que dejen sus puestos de trabajo. Algunos han sido abandonados por sus parejas, temerosos de enfermar de ébola, de acuerdo con la voluntaria sudafricana.

"Lo que hace esto increíblemente difícil es que no sólo deben enfrentarlo en el trabajo, sino que van a casa con el mismo miedo'', declaró.

A su regreso el mes pasado después de un descanso, Switala se percató de que la cautela de los trabajadores de salud locales al tener contacto con los enfermos es cada vez mayor, y que su determinación se tambalea bajo el ataque implacable de ébola en personas cercanas a ellos.

Switala, de 33 años, se educó en Sudáfrica durante el punto álgido de la pandemia del sida en el país. Ella pasó muchas noches de sus prácticas llenando los certificados de defunción. También ha trabajado en la región de Kunduz, en el norte de Afganistán.

La médica, no obstante, dice que ella está donde quiere estar, trabajando turnos de nueve horas, la mayoría de ellos con un traje de protección sudoroso, en un hospital de campaña. La instalación fue erigida recientemente en lo que fue un campo de yuca en Bo, la segunda ciudad más grande de Sierra Leona.

Switala dice que ahora debe tomar decisiones difíciles, como la de ayudar a algunas de las víctimas y rechazar a otras, porque los recursos son pocos.

"Gran parte de lo que estamos haciendo va completamente en contra de tus instintos'', dijo la voluntaria. "Es casi como estar en una guerra, donde uno debe elegir quién tiene la mejor oportunidad de sobrevivir y en ellos necesitas pasar tu tiempo''.

Switala recuerda como una vez hizo sus rondas con un nene de tres años en brazos. Ocho capas de traje protector los separaba. Fue el único gesto de afecto que recibió el niño huérfano ya que nadie se atrevía a alzarlo por temor a que tuviera el virus del ébola. Finalmente fue declarado libre de la enfermedad y dado de alta sólo para terminar en un hospital de desnutridos días después. (Clarin)

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