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En 2015, Nicole Yarran, del oeste de Australia, se estuvo sintiendo mal durante meses: estaba perdiendo peso, se sentía hinchada y descubrió sangre en sus excrementos.
“Le planteó sus preocupaciones a su médico de cabecera. Este le dijo simplemente que era ‘demasiado joven para el cáncer intestinal’, y que lo que tenía era Síndrome del intestino irritable (SII)”, dijo Narrier a Unilad. En aquel momento, Nicole tenía solo 32 años, y habló con otro doctor del consultorio para que se lo confirmara.
“Su opinión fue que Nicole era celíaca, sin hacerle ninguna prueba, ni ultrasonidos ni análisis de sangre”, agregó Narrier.
Nicole todavía seguía enferma cuando quedó embarazada de su tercera hija, Alavi, pero cuando le hicieron una ecografía de rutina, los doctores descubrieron “ocho tumores del tamaño de bolas de golf” en su hígado.
En la víspera de Navidad de 2015, a Nicole le diagnosticaron un cáncer colorrectal con metástasis. Tres días después comenzó el tratamiento.
“Si el doctor hubiera escuchado cuáles eran sus síntomas y hubiese pedido una muestra de heces y un hemograma completo, al menos lo habrían detectado en 2014, porque fue el embarazo el que activó el cáncer, alimentó literalmente los tumores”, dijo Narrier. “Nicole fue una luchadora durante su calvario, se enojaba al ver lágrimas, y sí, ocultó la mayor parte de su pronóstico, y cuando se hizo evidente, ya no había tiempo de hacer nada”.
En septiembre de 2017, menos de dos años después del diagnóstico, Nicole falleció. Su último deseo era ayudar a crear conciencia sobre el cáncer entre los jóvenes, y su madre está cumpliendo con lo que le pidió.
Recuerda a los médicos que deben respetar las opiniones de sus pacientes, escuchar lo que les dice su instinto, “porque más que a menudo, es ese primer instinto el que puede prevenir un desenlace negativo”, y posiblemente evitar la muerte de un ser querido.
“Estoy pidiendo ayuda para compartir la historia de Nicole para que otras mujeres y hombres jóvenes conozcan sus cuerpos y sepan cuándo hay algo que anda mal”, concluyó Narrier.
“Luchen para pedir continuamente más pruebas, pidan segundas opiniones, porque si no, puede costarles literalmente la vida, y ninguna familia tiene por qué sufrir el dolor de perder a un miembro joven”.