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Comer 12 uvas es uno de los ritos más conocidos para celebrar el paso de la Nochevieja al año nuevo. Se realiza a las 12.00 y consiste en ingerir una uva por cada campanada que anuncia el cambio de año.
La metáfora detrás de la tradición es tener un año dulce. Pero el rito se puede convertir en tragedia si tratan de hacerlo niños demasiado pequeños. Eso es lo que ocurrió en España.
Un menor de tres años, hijo de padres ecuatorianos, murió esta madrugada en Gijón tras atragantarse con una uva. La policía local fue hasta la casa, ubicada en el barrio del Natahoyo, y lo trasladó al hospital de Jove, según informó la agencia EFE.
Ya no respiraba cuando ingresó en el establecimiento. Si bien los médicos trataron de reanimarlo, no había nada que hacer.
Un reciente informe de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) alertó sobre los peligros de este antiguo ritual en los más pequeños. El trabajo reveló que las uvas pueden deslizarse en la boca del niño sin ser masticadas y taponar las vías aéreas.
La entidad médica advirtió que comer uvas enteras —con piel y semillas— es la tercera causa de asfixia en menores de cinco años, y, por tanto, el 31 de diciembre hay que estar atento cuando comienza la ceremonia a medianoche, ante el riesgo de atragantamiento de los más pequeños.
"Esta fruta, por sus cualidades en cuanto a su forma y textura, puede provocar una obstrucción en las vías respiratorias y, si no se actúa de forma rápida, puede llegar a provocar la muerte", asegura el doctor Raimundo Gutiérrez Fonseca, vicesecretario general de la SEORL-CCC, quien reitera que, esta frutas "puede deslizarse en la boca del niño de forma involuntaria, sin ser masticada, y actuar como tapón en las vías aéreas, impidiendo la respiración".
Así, el profesional recomendó evitar darles a los niños, sobre todo a los menores de cinco años, las tradicionales 12 uvas para dar la bienvenida al nuevo año o, en su defecto, modificar su forma, cortándolas en varios trozos, quitándole la piel y las pepitas para, así, evitar un episodio de aspiración.