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Un tifón que arruinó el día de Navidad en partes de Filipinas, dejando al menos cuatro muertos y destruyendo viviendas, se cernía sobre una zona muy poblada cerca de la capital del país con vientos algo menos potentes pero aún peligrosos, según las autoridades.
La tormenta dejó sin electricidad a cinco provincias en plenas celebraciones navideñas y desplazó a miles de viajeros y vecinos en el bastión católico de Asia.
Un granjero murió por el golpe de un árbol derribado en la provincia de Quezon, y otras tres personas —incluida una pareja arrastrada por una inundación— murieron en la provincia de Albay, al sureste de Manila, después de que el tifón tocara tierra el domingo por la noche en la provincia de Casiguran, indicó la policía.
El tifón Nock-Ten, conocido en la zona como Nina, avanzó después hacia el oeste a través de provincias insulares y montañosas, dañando hogares, arrancando árboles y suspendiendo las comunicaciones.
Aunque se debilitó ligeramente, el lunes por la mañana la tormenta aún tenía vientos sostenidos de hasta 130 kilómetros (80 millas) por hora y ráfagas de 215 kph (133 mph), según los meteorólogos del gobierno, a su paso sobre las populosas provincias de Batangas y Cavite, al sur de Manila. Se esperaba que saliera hacia el Mar de la China Meridional más tarde el lunes.
Un carguero con un número indeterminado de tripulantes pidió ayuda por radio cuando empezó a zozobrar cerca de Batangas, mientras que otro quedó varado y volcado de costado en la localidad de Mabini, indicó la Guardia Costera, que envió barcos a rescatar a los tripulantes de las dos embarcaciones.
Se trata de uno de los tifones más fuertes que golpean Filipinas desde que el tifón Haiyan dejara más de 7.300 muertos y desaparecidos en 2013. Sin embargo, a las autoridades en algunas provincias les costó convencer a la gente de que abandonara sus celebraciones y acudiera a los refugios antes de que llegara la tormenta. En algunos lugares se impusieron evacuaciones forzosas.
"Algunos vecinos simplemente se negaron a dejar sus casas incluso cuando les advertí que podían enfrentar el equivalente a una conde de muerte", dijo por teléfono Cedric Daep, responsable de gestión de emergencias en Albay.
El día de Navidad se ordenó que centros comerciales y tiendas cerrasen pronto para animar a la gente a quedarse bajo techo, "pero en el momento de mayor auge del tifón, aún había muchos autos en circulación y había gente fuera caminando", dijo Daep. "Les advertimos lo suficiente, pero no podemos controlar su mente".