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El contraste más claro se dio en la sala de terapia intensiva donde Rafael Cobo (26) permanece internado. El estudiante de psicología se acuerda de todo y, algunas de sus primeras palabras tuvieron que ver con la bronca y la impotencia que le generó haber sufrido el disparo por parte de un policía, dentro de un centro cultural. En paralelo a ese malestar, su cuadro clínico evoluciona y el joven parece encaminado a recuperarse.
La historia ya fue publicada ayer por este medio: Rafael estaba con un grupo de amigos en un local de 8 entre 41 y 42. De todos ellos, el que lo acompañaba al lado era Sebastián (30). Ellos dos, y las otras 50 personas que quedaban allí cerca de las 5.45 del sábado se estremecieron por una serie de estruendos.
Fueron los cinco tiros que Julián Gabriel Cabañas (35), un policía de la fuerza Local ya apartado de sus funciones por este caso (ver aparte), detonó con su pistola reglamentaria 9 milímetros. Desde el propio ministerio de Seguridad confirmaron que estaba “bajo los efectos del alcohol” cuando se le ocurrió desenfundar el arma y tirar hacia cualquier parte.
Uno de los puntos en discusión en un primer momento tuvo que ver con el lugar exacto donde se produjo la locura. Algunas fuentes policiales habían insistido en que todo sucedió en la vereda del centro “En eso estamos”, pero Sebastián, que compartió toda la noche con Rafael, no dejó dudas.
“Fue todo adentro, en el medio de toda la gente. Lo que no sé es si el policía salió y volvió a entrar para buscar el arma (tal era una versión que circuló el sábado) como se dijo, porque no lo vi”, dijo el amigo de Cobo.
“Por comentarios que escuché más tarde, al policía lo habían visto discutiendo con la mujer, en algunos incidentes menores, y caminando a los tumbos”, agregó Sebastián, durante una breve entrevista con este diario.
Dicen, también, que “al tipo lo frenaron cuando se le trabó el arma y no pudo seguir disparando, porque tenía cinco balas más. Al principio fue todo un descontrol, pero después fueron a sostenerlo entre varios para que no se escapara y se lo llevaran detenido”. Todos esos trascendidos serán aspectos que la justicia intentará corroborar.
Tanto Sebastián como los familiares y otros amigos de Rafael continuaban ayer a la tarde firmes en el sector de guardia del Policlínico. Mates, libros y galletitas: todo sirvió para amenizar la espera de las novedades y del parte médico. Se pudieron distender cuando desde el equipo del hospital llegaron las primeras buenas noticias.
Cobo “está muy enojado, porque se acuerda de todo y quiere que haya justicia”, comentó una prima de su papá.
¿Se acordará Rafael de que, después de recibir un balazo 9 milímetros que le afectó el hígado y por el que hoy volverán a operarlo, permaneció más de 20 minutos perdiendo sangre, esperando la ambulancia del 107 que nunca llegó? La hemorragia amagaba con ser letal, y por eso tuvo que ser la policía quien lo cargó en un patrullero para atravesar las 35 cuadras hasta el Policlínico.
Otro amigo del herido destacó una paradoja más: “Los primeros en llegar a dar auxilio fueron los de la policía Local, pero no sabían ni qué hacer en esa situación, no parecían preparados”. La tía de Rafael aportó una pregunta para el debate: “¿Cómo reclutan a la gente para una fuerza de seguridad?”. Tanto el tirador como su mujer, también miembro de ese cuerpo de seguridad, están presos.
La indignación generalizada se apoya en que “esto le podría haber pasado a cualquiera que estuviera ahí, y los heridos podrían haber sido cinco, y no uno”, cerró la tía del joven.